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Pierpaolo Barbieri: «Una de las grandes deudas de Argentina es tener al 50% fuera del sistema financiero»

Pierpaolo Barbieri, CEO y fundador de Ualá, insiste que busca liderar el mejor equipo, dando a entender que la empresa lo trasciende. Pero él también trasciende, en cierta forma, a su creación. Historiador económico egresado de la Universidad de Harvard y director ejecutivo de la consultora de riesgo geopolítico Greenmantle, Barbieri volvió a la Argentina en 2017 y lanzó la app de finanzas que emite tarjetas prepagas vinculadas a una cuenta virtual sin costo de apertura y mantenimiento. El resto es conocido: más de 2,7 millones de tarjetas en Argentina desde octubre de 2017 y más de 30 mil en México en sólo tres meses.

¿Por qué elegiste Argentina para invertir y crear Ualá?

—Soy argentino, crecí en Argentina, y creo que el talento argentino es de lo mejor de la región. Para revolucionar las finanzas personales en un continente sub bancarizado pensamos siempre en arrancar en Argentina porque teníamos el talento, la visión de producto y entendíamos el mercado muy bien. Siempre con la idea de usar ese talento para exportar un producto más allá de Argentina.

En la página de Ualá dicen: “Queremos ser esa generación que creció en el 2001 y que trabaja para que nunca se repita”. ¿Cómo te afectó 2001 a vos y a tu familia?

—Tenía 13 años en 2001. Fue fulminante para las finanzas familiares. Tanto es así que si Harvard no me daba una beca completa, no hubiera podido ir, no lo hubiera podido pagar. Dentro de todo lo fulminante para mi familia, fue una experiencia de clase media. Mucha gente la pasó mucho peor, nunca más se pudo reinsertar en el mercado laboral, nunca más pasó las consecuencias sociales de la crisis que van mucho más allá de lo económico y lo financiero. El 2001 me marcó personalmente. Creo que es por eso que estudié lo que estudié y me interesó siempre la historia financiera y la economía. Y siento que el proyecto de Ualá es tratar de traer a las finanzas al siglo XXI haciendo un producto más innovador, más transparente y radicalmente más inclusivo de lo que existía hasta ese momento.

Las fintech están viviendo un boom. ¿Hay espacio para tantos jugadores en el mercado argentino? ¿Cuántos quedarán en pie al final del camino?

—Te doy una respuesta más cultural. Nosotros como sociedad tenemos que abrazar la competencia. El capitalismo no es que cada uno tenga su rancho con un negocio asegurado con rentabilidad asegurada. El capitalismo es competir y que haya creatividad en la creación y destrucción de empresas. Y eso es lo que avanza a los productos. Si todo el mundo tiene una vaca atada, nadie tiene un incentivo para innovar. A nosotros nos sube la vara tener que competir con Mercado Libre todos los días, que es la mejor empresa del país. Nos sube la vara tener que competir con bancos que también son muy buenos haciendo productos y tienen millones de clientes. Yo no quiero un monopolio. Y si algún día tengo un monopolio el Estado debería decir “no, vos no podés tener un monopolio”, porque ahí creas un problema. El monopolio extrae rentas sobre promover la competencia. Lo que nosotros necesitamos es un mercado financiero competitivo. No te puedo decir cuántos vamos a quedar, pero sí te puedo decir que el 50% del país estaba fuera del sistema financiero.

Ualá, la fintech creada por Pierpaolo Barbieri.

¿Qué se puede aprender de la historia económica, que es una mirada hacia atrás, para innovar y emprender, que implica mirar hacia adelante?

—Todo. La historia no se repite pero sí rima. Entender de dónde vienen las instituciones, las estructuras, las costumbres y las reglas de los sistemas financieros, entendiendo las crisis y los períodos de crecimiento, nos ayuda a ver dónde están los puntos débiles y las áreas ineficientes del sistema. Cuando lanzamos una tarjeta completamente gratuita allá por 2017 en Argentina todo el mundo nos decía que era una locura porque la gente estaba contenta pagando por cargos de apertura, mantenimiento y renovación. Y nosotros respondíamos que eso no tenía mucho sentido porque en la mayoría del mundo con ingresos per cápita similares a los de Argentina la gente no pagaba por eso. Eso quiere decir que había instituciones que en vez de intermediar crédito para financiar el crecimiento terminaban cobrando fees sin producir crédito más accesible. Nosotros usamos la tecnología para cambiar la estructura de costos y que nos permita crear un producto, un ecosistema, más abierto, más transparente y mucho más inclusivo. Una de las grandes deudas de la República Argentina es tener al 50% de la población completamente fuera del sistema financiero. Cuando uno está fuera del sistema financiero no puede ahorrar, no puede crear una historia crediticia, no puede contratar un seguro, no puede tener una tarjeta de crédito, no puede comprar en cuotas. Las problemáticas del top 20% se cubren en las noticias, pero mientras tanto al 80% restante lo dejamos completamente afuera del sistema. Yo nunca me voy a olvidar que el mes que lanzamos Ualá ví como alguien vendía en Mercado Libre una suscripción de Netflix a alguien que no tenía tarjeta y le cobraba el doble de lo que costaba. ¿Por qué? Porque como esa persona no tenía una tarjeta para pagar Netflix, alguien le cobraba el doble para que tuviera acceso a algo que debería ser universal. Siento que ahí está la oportunidad: aprender de dónde vienen las estructuras, las costumbres, los puntos de flaqueza y debilidad en el sistema para poder hacerlo más resiliente y crear un producto que satisfaga las necesidades sociales de un método más accesible y abierto.

Estás en una cruzada para que los bancos respeten la normativa y permitan transferencias CVU (Clave Virtual Uniforme), desde cuentas bancarias a cuentas de fintechs. ¿Qué debiera hacer el Banco Central para que eso suceda?

—No pretendo decirle al regulador qué hacer. Solamente quiero que se cumpla la normativa. Tenemos uno de los mejores sistemas de transferencias interbancarias del mundo, donde tanto las fintechs como los bancos tienen que poder mandar hasta 250 mil pesos en un protocolo que es instantáneo e interoperable. Esa interoperabilidad beneficia a todo el sistema, pero solamente puede funcionar si todos los jugadores jugamos con las mismas reglas. Y el Banco Central estableció las reglas. Lo único que quiero es que todas las instituciones respeten el espíritu y la letra de la norma, como lo hacemos nosotros.

Los bancos están hace décadas en el mercado y tienen muchos clientes. ¿Cómo se puede instalar ese cambio cultural de “vamos a competir”?

—Celebrando la competencia. Cada vez que un competidor lanza un producto, sea un banco o Mercado Libre, yo salgo y lo celebro, lo aplaudo. A mí me encanta que exista un mercado donde hay pujanza y hay innovación. La única manera de haber innovación es cuando la gente no se rezaga. Creo que la manera de hacer el cambio cultural es abrazando la idea de que cuando nosotros competimos enaltecemos al otro y creamos un mercado más abierto que beneficia a los usuarios que al final somos todos.

¿Tienen pensado en Ualá hacer una IPO (oferta pública de acciones para capitalizarse)?

—No, no tenemos pensado hacer una IPO en el corto plazo. Tenemos el honor de tener grandes inversores de talla internacional. Nosotros recibimos la primera inversión de Soros en la economía real en varios años, la primera inversión de Goldman Sachs en la economía real argentina en dos décadas. Es la primera vez que Tencent invierte en una fintech en Latinoamérica fuera de Brasil y que Softbank invierte en Argentina. Poder atraer capital de los mejores inversores del mundo para apostar por el talento argentino para una solución argentina a un problema latinoamericano me llena de orgullo. Nuestro foco está en potenciar al equipo y seguir creciendo. Pasamos de 200 empleados a 700 el año pasado y este año creemos que vamos a duplicar eso, vamos a terminar el año con alrededor de 1500 empleados. Nos llena de orgullo tener más de once nacionalidades en el equipo y un equipo que es no sólo reconocido como uno de los great places to work en Argentina, sino que además es 47% femenino.

En Ualá tenés inversores de EEUU y de China. ¿Cómo la competencia geopolítica, comercial y tecnológica entre las dos superpotencias puede afectar a la economía global? ¿Cómo crees que debe actuar Argentina para no sufrir por esa competencia?

—La modernización del sistema global de pagos es inevitable y hay distintas maneras de hacerlo. Respondiendo a la parte geopolítica de tu pregunta, creo que la tensión entre China y Estados Unidos va a seguir creciendo en las próximas décadas y nosotros como Argentina y Latinoamérica tenemos que saber posicionarnos. Por eso, apoyo un Mercosur que sea más fuerte, más ambicioso y potencialmente más grande porque creo que los países individualmente tienen menor capacidad de negociación que bloques regionales, como vemos con el conflicto de Europa y el Reino Unido. Por otro lado, creo que tenemos una dicotomía similar a aquella de Argentina en 1890 a 1910 cuando se apostó por el sistema de comercio abierto del Reino Unido y no por la estrategia panamericana de Estados Unidos que era bastante más proteccionista. Y apostamos mal. Hay que evitar apostar mal esta vez y eso quiere decir tener una estrategia regional coordinada tanto con Brasil como con México, que son las otras potencias regionales grandes. La geografía en muchas cosas es destino y por ende Latinoamérica tiene la oportunidad de afrontar unida esta dicotomía de grandes poderes mucho más fuerte que separada.

Trabajaste en el fondo de inversiones Bridgewater. Su CEO, Ray Dalio, participó la semana pasada de una teleconferencia con el presidente Alberto Fernández. ¿Qué les interesa a inversores como él de Argentina?

—Yo no puedo hablar de Ray más que decir que es una muy buena persona. Creo que a los inversores en general les importa la capacidad de crecimiento a mediano plazo y las perspectivas de innovación y desarrollo. Después de diez años de no crecer, la Argentina tiene una posibilidad de volver a una senda de crecimiento positiva. Tenemos un perfil demográfico y social que debería permitir un crecimiento mucho más rápido que sociedades más viejas. Todavía nos quedan 10 o 15 años de juventud. Como decía Gabriel García Márquez en su inolvidable discurso del Nobel, Latinoamérica responde a las crisis con vida. A los inversores de afuera les interesa apostar al crecimiento. Pero para eso necesitamos previsibilidad económica y sustentabilidad macroeconómica, que son las razones por las que no venimos creciendo por diez años.

El profesor de Harvard Joseph Nye sostiene en su último libro que los datos son el “nuevo petróleo” de la política mundial. En EE.UU. hay muchas críticas a Facebook por el uso de los datos de los usuarios. ¿Cómo protegen los datos en Ualá? ¿Crees que debe regularse más a las compañías tecnológicas?

—Una sociedad libre tiene que luchar activamente contra los monopolios. En el caso de los datos, el monopolio crea el gran problema de que el Estado tiene que competir con entidades privadas para regular algo que no sé si será petróleo o no, pero sí va a ser muy importante. Nosotros nunca vendimos datos. Los protegemos con el nivel de encriptación más alto disponible en la República Argentina. Tenemos la infraestructura tecnológica de Ualá sobre servidores de Amazon Web Services y somos uno de los más grandes clientes de Amazon en la región para proteger esos datos. ¿Por qué? Porque el nivel de encriptación que tienen ellos es mucho más alto de lo que podría existir en una granja de servidores físicos. Pero a largo plazo creo que es crucial que haya protocolos de protección de datos y que el ciudadano tenga la habilidad de tener poder sobre cómo se usan esos datos. Las reglas de Europa en protección de datos GDPR y también en la banca abierta son súper importantes para la industria. Apoyo que tengamos un protocolo que tiene que estar del lado del regulador porque si se lo dejamos a los privados cada uno se va a pelear por proteger su granja de datos. Tenemos que tener un protocolo de banca abierta que ayude a la bancarización teniendo la portabilidad de datos financieros como tenemos la portabilidad de números de teléfono. Los datos de tu historia financiera no son de los bancos o de Ualá o de Mercado Libre, son tuyos. Vos deberías poder llevarlos a donde vos quieras para tener un mejor préstamo. Y esto no beneficia a Ualá. Ualá tiene suficientes clientes que a mí me beneficiaría decirte: “no, cerremos todo y que cada uno tenga sus datos”. Pero no.

¿La protección de datos marcará la reputación de las compañías? ¿Serán premiadas en el futuro las que tengan conducta con los datos y no los utilizan de manera “deshonesta”?

—Estamos viendo la Internet 2.0. En la primera Internet teníamos estos sueños de libertarios que pensaban que iba a ser un mundo anárquico e innovador, sin control específico. Eso fue dejado de lado cuando claramente se crearon grandes empresas que manejan gran cantidad de datos. Hay nuevas generaciones que ven una realidad distinta, donde la Internet es un lugar donde no hay miles de pequeños jugadores, sino muy pocos grandes jugadores, y esa consolidación hace que la gente sea más escéptica. Creo que será una diferenciación ética grande de las empresas y que al usuario le importa ver qué se hace con sus datos. Y así debería ser.

 

“Nos persigue el fantasma de una grandeza que hace tiempo ya no es”

Barbieri piensa en España cuando reflexiona sobre Argentina. En su libro La sombra de Hitler El imperio económico nazi y la Guerra Civil española argumenta que la ayuda militar del nazismo al dictador Francisco Franco tuvo una motivación económica. Citando una frase del escritor Mariano José de Larra (“Aquí yace media España, murió de la otra mitad”), traza un paralelismo entre la decadencia ibérica pasada y la crisis argentina actual. “El tema del libro es entender la crisis de España. Es una crisis de identidad”, afirma.

¿En qué se parece la decadencia española de los siglos XIX y XX a la decadencia argentina actual? ¿Cómo salir de ella sin el apoyo internacional que tuvo España en la Unión Europea?

—Hay tres hilos históricos que a mí siempre me llevan a pensar en España cuando pienso en Argentina. Número 1: la decadencia es larga. España tuvo una decadencia de alrededor de 100 años. Segundo: el punto de partida de la decadencia fue un momento de gloria. Fue el cénit del imperio español. Y creo que a nosotros como sociedad nos persigue el fantasma de una grandeza que hace tiempo que ya no es. Tercero: la debilidad institucional que viene de esa decadencia es difícil de revertir. Pero también estoy convencido, y por eso soy optimista y apuesto a la Argentina, de que las sociedades no revierten el declive hasta que lo hacen. Llegó un punto en España donde después de décadas de decadencia, de una experiencia tan traumática como la Guerra Civil y el yugo del franquismo, la sociedad española entendió que si no se hacían ciertos acuerdos básicos no iba a poder tener el norte de la Unión Europea. Nosotros tenemos la posibilidad de tener un norte de una mayor integración regional con socios a los que les ha ido muchísimo mejor en los últimos 25 años, como Brasil, Uruguay, y Chile, que han logrado domar la inflación, bajar la pobreza y crecer. Las divisiones distributivas de un país que no crece hace diez años siempre se hacen más duras, porque hace diez años que la torta se achica. Es esencial reducir los desbalances macroeconómicos para que la economía pueda crecer. Es mucho más difícil el acuerdo social cuando económicamente te contraes cada vez más. Tenés que lograr la base de una economía que crezca para que haya más voluntad social de emprender otros tipos de cambios, que son institucionales, sociales, culturales, educativos. Argentina estaba cada vez más cerca ese acuerdo. Ya nadie discute que necesitamos sustentabilidad fiscal, que hay que bajar la inflación porque les pega más a los pobres que a los ricos, que hay que exportar más porque si no no hay manera de tener dólares para importar.

La sombra de Hitler El imperio económico nazi y la Guerra Civil española, el libro de Pierpaolo Barbieri.
La sombra de Hitler El imperio económico nazi y la Guerra Civil española: el libro de Barbieri y los paralelismos entre España y Argentina.
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